miércoles, 9 de abril de 2014

5 domingo de cuaresma – 2014

5 domingo de cuaresma – 2014

Estamos ante uno de los evangelios más polémicos por su composición literaria, por el desarrollo del relato, por sus consecuencias, por el mensaje fuerte y definitivo de Jesús: el triunfo de la vida sobre la muerte, aunque todos vayamos a morir.

“Ante el retraso de la parusía y la segunda venida de Jesús, la pregunta que muchos creyentes se hacían era ésta: ¿Qué sucederá a los que mueren antes de tales acontecimientos? Juan responde que para el que es amigo de Jesús, la muerte no presenta problema alguno. La historia de Lázaro es prueba de ello. La enfermedad de Lázaro, como la ceguera del ciego, mira al futuro; es para revelar la gloria de Dios.

Jesús retrasa su ida dos días para demostrar que es fuente de vida; los judíos pensaban que al cuarto día de la muerte de una persona no había esperanza de resurrección. Para el cristiano, la muerte física es como un sueño del cual Jesús lo va a despertar un día. Tomás anima a los demás discípulos para que estén dispuestos a morir y a resucitar con Jesús.

Marta y María, al encontrarse con el Maestro, dicen: “Si hubieras estado aquí”. Jesús se pone al nivel de cada hermana y las acompaña en sus sentimientos. Marta hace una profesión de fe en Jesús que en los sinópticos está reservada a Pedro. Jesús llora y se estremece, sintiendo una agonía ante la muerte del amigo y el dolor de los suyos. Marta expresa sus dudas hasta el último momento, pero Jesús le anuncia que la fe tiene como premio el ver la gloria de Dios, el experimentar personalmente cómo Dios ayuda y salva.

Jesús ora públicamente para dar ejemplo a sus seguidores,  Lázaro resucita, los judíos responden con planes de muerte para el que da vida. Caifás, el sumo sacerdote de aquel año tan importante, profetiza que la muerte de Jesús será la salvación del pueblo judío y de todos los hijos de Dios”.

Así comenta Alonso Shökel este pasaje del evangelio. Como pueden suponer, mis queridos lectores, hay momentos en que se secan las ideas, el corazón se pone apachurrado, las letras se despistan y habrá que recurrir humildemente a los buenos comentaristas. Desde luego hay que hacerlo siempre pero, creo que más ahora en el que está a la vista, la revelación cumbre de la misión de Jesús: la vida nueva y plena en y por la resurrección.

Leer y releer, admirar y orar, dejar que las palabras salten a los ojos y vayan al corazón. Emprender el camino entrecruzado de la contemplación y la solidaridad: poner gozo donde hay tristeza, aliento donde parece todo perdido, disponer los ánimos y los propósitos para entrar de lleno en la semana santa. El rojo de la pasión se presiente, el negro de la cruz se teme, el blanco de la resurrección se adelanta.

San Pablo nos anima: “Si el Espíritu del Padre que resucitó a Jesús habita en ustedes, entonces también dará vida a sus cuerpos mortales”. De hecho Lázaro fue resucitado en un sentido real y simbólico; al resucitarlo Jesús no lo glorifica sino que le “regresa” a la condición mortal de antes. En Jesús será distinto: su resurrección es su plena glorificación, su resurrección hará posible todas las pequeñas y grandes resurrecciones de nuestra vida. Y, desde luego, la definitiva; o sea, que como Jesús, moriremos pero sólo para resucitar. No olvidemos que sólo resucita lo que muere pero en una plenitud tal que no podemos imaginar. Ni falta que hace. Lo creemos de y en Jesús.


P. Sergio García Guerrero, MSpS.

Llukallpa

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