5 domingo de cuaresma – 2014
Estamos ante uno de los evangelios más
polémicos por su composición literaria, por el desarrollo del relato, por sus
consecuencias, por el mensaje fuerte y definitivo de Jesús: el triunfo de la
vida sobre la muerte, aunque todos vayamos a morir.
“Ante el
retraso de la parusía y la segunda venida de Jesús, la pregunta que muchos
creyentes se hacían era ésta: ¿Qué sucederá a los que mueren antes de tales
acontecimientos? Juan responde que para el que es amigo de Jesús, la muerte no
presenta problema alguno. La historia de Lázaro es prueba de ello. La
enfermedad de Lázaro, como la ceguera del ciego, mira al futuro; es para
revelar la gloria de Dios.
Jesús
retrasa su ida dos días para demostrar que es fuente de vida; los judíos
pensaban que al cuarto día de la muerte de una persona no había esperanza de resurrección.
Para el cristiano, la muerte física es como un sueño del cual Jesús lo va a
despertar un día. Tomás anima a los demás discípulos para que estén dispuestos
a morir y a resucitar con Jesús.
Marta y
María, al encontrarse con el Maestro, dicen: “Si hubieras estado aquí”. Jesús
se pone al nivel de cada hermana y las acompaña en sus sentimientos. Marta hace
una profesión de fe en Jesús que en los sinópticos está reservada a Pedro.
Jesús llora y se estremece, sintiendo una agonía ante la muerte del amigo y el
dolor de los suyos. Marta expresa sus dudas hasta el último momento, pero Jesús
le anuncia que la fe tiene como premio el ver la gloria de Dios, el
experimentar personalmente cómo Dios ayuda y salva.
Jesús ora
públicamente para dar ejemplo a sus seguidores,
Lázaro resucita, los judíos responden con planes de muerte para el que
da vida. Caifás, el sumo sacerdote de aquel año tan importante, profetiza que
la muerte de Jesús será la salvación del pueblo judío y de todos los hijos de
Dios”.
Así
comenta Alonso Shökel este pasaje del evangelio. Como pueden suponer, mis
queridos lectores, hay momentos en que se secan las ideas, el corazón se pone
apachurrado, las letras se despistan y habrá que recurrir humildemente a los
buenos comentaristas. Desde luego hay que hacerlo siempre pero, creo que más ahora
en el que está a la vista, la revelación cumbre de la misión de Jesús: la vida
nueva y plena en y por la resurrección.
Leer y
releer, admirar y orar, dejar que las palabras salten a los ojos y vayan al
corazón. Emprender el camino entrecruzado de la contemplación y la solidaridad:
poner gozo donde hay tristeza, aliento donde parece todo perdido, disponer los
ánimos y los propósitos para entrar de lleno en la semana santa. El rojo de la
pasión se presiente, el negro de la cruz se teme, el blanco de la resurrección
se adelanta.
San Pablo
nos anima: “Si el Espíritu del Padre que resucitó a Jesús habita en ustedes,
entonces también dará vida a sus cuerpos mortales”. De hecho Lázaro fue
resucitado en un sentido real y simbólico; al resucitarlo Jesús no lo glorifica
sino que le “regresa” a la condición mortal de antes. En Jesús será distinto:
su resurrección es su plena glorificación, su resurrección hará posible todas
las pequeñas y grandes resurrecciones de nuestra vida. Y, desde luego, la
definitiva; o sea, que como Jesús, moriremos pero sólo para resucitar. No
olvidemos que sólo resucita lo que muere pero en una plenitud tal que no
podemos imaginar. Ni falta que hace. Lo creemos de y en Jesús.
P. Sergio García Guerrero, MSpS.
Llukallpa
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