3 domingo de cuaresma - 2014
El evangelio de este domingo, viene
precedido por la gran pregunta que se hizo el Pueblo de Israel en el desierto:
¿Está o no está el Señor en medio de nosotros? Elías profeta, la retomará con
más fuerza y en vista a una opción fundamental: ¿Está o no está Dios con
nosotros? La respuesta creyente es simple: ¡Claro que está! La siguiente
pregunta es la clave de esta afirmación: ¿Y entonces, por qué no se nota? ¿Por
qué coexisten la injusticia y la verdad, el vacío de los templos y las comunidades indígenas comprometidas con
su fe, los rápidamente ricos y los profundamente pobres, el grito evangelizador
y la denuncia de los medios?
Olvidamos que el mismo Jesús contempló
la escena de su Iglesia como un inmenso campo de trigo y de cizaña. La
Samaritana es trigo limpio repleta de amores: “has tenido cinco, el que tienes
ahora tampoco es el amor de tu vida, el siguiente será tu verdadero amor”. “Yo
soy el que te está hablando”. Hagamos lo que hagamos siempre estaremos mucho
más acá del ideal proclamado por Jesús. Y Jesús proclama como buena noticia:
“los últimos serán primeros y los primeros serán últimos”. Ese es el proyecto
del Reino y para eso envió el Padre a su Hijo Jesús. Con la Samaritana también
se vivió esta verdad proclamada por Jesús.
Suponemos que nuestros hermanos que han
dejado a la Iglesia no han tenido problemas con Jesús, la dificultad la
encuentran en la Iglesia que, habiendo optado por Jesús y su mensaje, hemos
hecho de ella una Iglesia desprestigiada, pecadora y con palabra incierta.
Parece darse una disyuntiva: o un Jesús
sin Iglesia o una Iglesia sin Jesús. Y son inseparables, no se entienden
separados en el corazón del creyente, repite constantemente el Papa Francisco.
José Antonio Pagola dice que hay que
volver al Jesús del evangelio; Armando Fuentes Aguirre, Catón, dice que no se
vale ser fanáticos; el Papa Francisco se definió a sí mismo como pecador y como
Pastor con aroma de oveja; yo contemplo la multitud de mis deficiencias y
recuerdo la antigua palabra de san Agustín: “La Iglesia es santa y pecadora”.
No quiero contemplar a la Iglesia sino
con amor de hijo. Mi madre, que murió casi de 100 años, estaba muy chiquita,
arrugadita y venida a menos. Jamás se me ocurrió cambiar de mamá. A muchos
católicos, sí. Sólo digo que se vale opinar, pero no desde la ignorancia; que se
vale tirar piedras, pero sólo si no se tienen pecados; que llevamos un gran
tesoro, pero en vasijas de barro; que la Iglesia está en crisis, pero para
volver continuamente al Jesús del evangelio.
En el evangelio se da el encuentro de la
Samaritana y Jesús. Es el encuentro de dos que tienen sed: una de amor, el otro
de agua; una de verdad, el otro de revelarse; una de adorar, el otro de evangelizar.
Después de este encuentro, habrá que
poner a la Samaritana al frente del gran grupo de nuevos evangelizadores:
“Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el
Cristo? Y después le dirán: “Ya no creemos por tus palabras; que nosotros
mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo”.
Por eso también gritamos: “¡Dame de
beber!”
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