martes, 26 de enero de 2016
jueves, 22 de enero de 2015
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viernes, 18 de abril de 2014
miércoles, 16 de abril de 2014
Semana Santa 2014
DOMINGO DE RAMOS – 2014
Todos hemos tenido días raros, especialmente raros.
¿Crees que Jesús tuvo también sus días raros? Acostumbrados como estamos a
pensar y decir que él sabía todo, nos parecería extraño que él también tuviera
días como estos, así de raros. Hoy es uno de ellos.
En una ocasión que quisieron despeñarlo por haber
hablado con la verdad, pasó por medio de la multitud y se fue; el otra ocasión,
después de saciar una multitud multiplicando el pan y dispuestos a hacerlo rey,
se fue él sólo al monte a orar; igual un día de mucho trabajo, se fue después a
estar a solas con su Padre y al requerimiento de sus apóstoles que le dicen:
“todo mundo te anda buscando”, él dijo: “vamos a otros lugares a evangelizar
que para eso he salido”.
Al hacer algunos signos imponía silencio, aunque no
le hicieran caso. Hoy por el contrario, cuando entra humilde y glorioso a la
ciudad santa de Jerusalén y es aclamado y reclamado porque lo están alabando,
respondió: “Si estos se callaran gritarían las piedras del campo”.
Un día raro para un Jesús humilde y sencillo al
permitir ser aclamado, glorificado, reconocido y valorado. En un momento,
estando en Galilea, decidió afrontar el peligro y subir a Jerusalén; ahora
llega a la ciudad que se conmueve fuertemente con su presencia.
En la ciudad en la que vivo se celebran de 400 a
450 misas los domingos y no pasa nada. La ciudad se conmueve con el carnaval,
con el clásico de la liga, con la presentación de Shakira o con el maratón del
niño. Da pena decirlo pero cómo se ha trivializado la misa. Por ir o por no ir;
misas para 3 años, 15 años, 25 años, graduaciones, bodas, acción de gracias,
difuntos muchos difuntos, primeras comuniones y hasta misas de sanación. El
Papa Francisco, que siempre nos sorprende,
dijo que la misa con él no era parte de un tour pagado por American
Express… La misa es algo muy serio, alegre como lo que más, pero muy serio.
Hay un principio pastoral que algún día será
realidad: “ni comunidad sin misa, ni misa sin comunidad”. Ese día también será
raro. Como la entrada triunfal de Jesús, aclamado y alabado.
Hay un personajillo de este evangelio que me da
envidia: el burrito que el Señor necesitó. Es adelanto de nuestra vocación.
Ningún alago y homenaje para el burrito, sino para el Señor que lleva a lomo.
Qué envidia le tengo. Jesús tuvo necesidad de él para hacer que este día tan
raro no lo fuera tanto:¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el
nombre del Señor!
Y también es raro porque a continuación se
escuchará otro grito muy doloroso: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Qué extremos tan
grandes y qué posibilidades tan reales. Lo fueron entonces y lo son ahora; lo
dijeron otros, lo puedo decir yo mismo. ¡Somos una Iglesia que bendice a Dios y
crucifica al hombre! ¡Qué día tan raro!
LUNES SANTO – 2014: La unción en Betania
No hay en el evangelio
una familia tan distinta y tan unida. La casa es buena para descansar y amplia para hacer banquetes. Los padres no
aparecen por ningún rincón de este evangelio. Dos hermanas muy distintas y un
hermano muy ufano. Sería best seller de algún libreto sobre el “más allá” pues
volvió, por la acción de Jesús, “al más acá”. Lázaro disfruta de la vida aunque
pesa sobre él una amenaza de muerte. A causa de él muchos se unían a la causa
de Jesús. Y dos hermanas, distintas pero complementarias, una plácida y
tranquila en la contemplación, arrobo o enamoramiento; la otra activa,
inquieta, cuestionadora, práctica y también enamorada.
Se ha predicado de
Jesús que es algo así como “los intocables”. El podía tocar enfermos, partir
panes, echar las redes para pescar, arreglar trastes de madera. Poco se habla
de este evangelio que nos ayudaría a poner los pies en la tierra en cosas del
corazón y de la sana relación afectiva.
María, la hermana de Lázaro y Marta, llena de
amor y agradecimiento a Jesús, derrocha el perfume para honrarle. Judas, en
quien el amor ya no tenía cabida, tiene buen olfato para los negocios, y al
oler el perfume adivina su precio. Judas habla de los pobres sin realmente
preocuparse por ellos. Preocuparse por los pobres es amar y compartir. A menudo
hablamos como Judas de dar a los pobres; pero, antes de dar, el Señor nos pide amar. Amar al pobre es
anunciarle el llamado que Dios le hace y ayudarle a crecer como persona,
superando debilidades y divisiones; es enseñarle a cumplir la misión que Dios
le confió. El Papa Francisco acaba de decir “No soy un comunista, lo que sucede es que la
pobreza se encuentra en el centro del mensaje del evangelio”. El Papa indica
que hace dos meses una persona dijo que él era un comunista porque hablaba
mucho de los pobres. “¡No, reiteró, ésta es una bandera del evangelio, la
pobreza sin ideología!”
La compasión de Jesús con los pobres la
encontramos en los otros evangelios, especialmente en Lucas. Los judíos al ver
que Jesús es fuente de vida y aviva las multitudes, sólo piensan en darle
muerte, y con Él a su amigo Lázaro. Es bonito amar pero es más bonito dejarse
amar. Si amar nos realiza, dejarnos amar hacemos posible que el otro se
realice. Dios es amor, ciertamente, pero sobre todo Dios es aquel que se deja
amar. Así lo hizo Jesús. No faltan mentes chiquitas que se escandalizan ante
este evangelio.
María tomó una libra de perfume de nardo
auténtico, muy costoso. Ungió los pies de Jesús y se los enjugó con su
cabellera. Si imaginamos la escena sin prejuicios puritanos se trata de una
expresión de amor a la que Jesús mismo le va a dar una interpretación especial:
“me está ungiendo adelantando el día de mi sepultura”. Toda la creación anhela
la plena manifestación de los hijos de Dios, dirá san Pablo, y la plena
manifestación de toda la creación es “conocerse a sí misma y saber para qué fue
hecha que no es otra cosa que para el amor”.
Teilhard de Chardin dice: “Impulsados por el
amor, los fragmentos del mundo se buscan mutuamente de manera que el mundo
puede llegar a ser. Las grandes verdades se sienten antes de expresarse. No hay
nada valioso, salvo la parte de ti que se encuentra en otras personas y la
parte de los demás que está en ti”. Lo
mejor de María estaba en Jesús, lo mejor de Jesús está en todos nosotros porque
nos dejamos amar por él.
Por lo mismo, eso del “mandamiento nuevo les doy
que se amen unos a otros”, es sobre todo la declaración de una ley de la
creación, como la ley de la gravedad. Y esta escena de Jesús con su familia de
Betania es maravillosa expresión de amor y de creación nueva.
MARTES SANTO – LA TRAICIÓN
Si el evangelio es buena noticia, ¿lo es también
eso de “uno de ustedes me va a entregar”? También, no sé cómo y por qué, pero será buena noticia. Se
me ocurre poner el texto de san Pablo: “Donde abundó el pecado sobreabundó la
gracia”. ¿También aquí? Yo diría que sobre todo aquí.
Tendría que ir a la escena del Antiguo Testamento
cuando José es vendido por sus hermanos y es llevado a Egipto. Si la mirada se
queda en ese hecho aislado, no puedo menos que decir que fueron unos hermanos
desalmados, aprovechados y criminales; pero cuando abro la perspectiva de la
historia y veo que, gracias a José en Egipto, su familia pudo salvarse, crecer
y continuar formándose el pueblo de la alianza, cambia la valoración de aquel
hecho como lo hizo el mismo José cuando se dio a conocer a sus hermanos.
El evangelio es buena noticia en su conjunto,
pero también en cada una de sus partes. En todas ellas se adivina y se hace
referencia a Jesús. Aquí, siendo fiel a su misión y asumiendo las consecuencias
de su encarnación. Más, no sabemos. Lo mismo habría que decir de las negaciones
de Pedro.
El otro día un taxista me dio una lección. Al
subir al carro vi la imagen de san Judas Tadeo como suelen tenerlo debajo de
retrovisor. Mire, le comenté, a san Judas ¿cuál Judas es? Le pregunté con
malicia. Me respondió: “pues Judas, el
que entregó al Señor, hizo algo que no tiene nombre, pero, ¿quién soy yo para
juzgarlo?”. Nuestra sociedad moderna tiene cierta predilección por Judas, no
para hacer lo que él hizo, sino para aceptar que por encima de su pecado está
la gran misericordia de Dios que va más allá de las valoraciones que podamos
hacer nosotros, incluyendo al mismo san Juan en su Evangelio. Pero también es
verdad que ve con predilección a Judas para ir en contra del mensaje evangélico
y del magisterio de la Iglesia.
Pero no quiero desviar la atención de un Jesús
dueño y Señor de los acontecimientos. La firmeza y convicción de su vocación lo
mantienen firme en seguir el proyecto de Dios. Lo había dicho de alguna manera:
“A mí nadie me quita la vida, yo la doy libremente”.
Nuestra mirada va pasando por cada uno de los
apóstoles, elegidos por Jesús, para pasar una vez a la persona de Jesús, Señor
de la historia y valedor de todos los acontecimientos. “Ahora ha sido
glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él”.
Jesús desborda fidelidad, esperanza, cariño:
“Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes; me buscarán, pero a dónde yo voy
no pueden ir ahora… me seguirán más tarde”. Es que está de por medio la muerte,
pero no cualquier muerte, sino la muerte de Cruz.
Buen día para recordar aquellas palabras de Pablo
a los Filipenses: “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús, el cual
siendo de condición divino no retuvo ávidamente su categoría de Dios sino que
se anonadó, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de Cruz. Por eso Dios
lo exaltó y le dio el nombre que está sobre todo nombre”. El paso a la
glorificación va por la cruz que es, ya en sí misma, la primera glorificación
de Jesús.
Por eso ni traición, ni negación, ni soledad
podrán retenerlo. Está de por medio la glorificación del Padre.
MIERCOLES SANTO – 2014
Recorro cada evangelio de la Semana Santa. Me
pregunto cómo puede haber cristianos que no lo hagan. Lejos de mí pensar que
por hacerlo soy mejor que ellos, por supuesto que no; pero es que la semana
santa está tan mal tratada: viajes, reservas, playas lugares increíbles para
vivir la semana santa, etc. etc. sin la más mínima referencia al Evangelio;
concluyo que “por eso estamos como estamos”.
El evangelio es perspectiva de vida, no de
religión; el evangelio se sitúa en la entraña misma de la creación, no en las
paredes de un templo; el evangelio es declaración universal de derechos humanos
y no conjunto de mandamientos; el evangelio es Jesús en su Iglesia y la Iglesia
en Jesús y no tradiciones ritualistas vacías de Dios.
Ni las semanas santas como las de antes, carentes
de evangelio, servían para encontrar sentido de la vida. No se escuchaba la
radio, no se abrían los comercios, no se jugaba en las plazas, no se comía
carne, todos se vestían de luto… pero qué lejos del evangelio.
Recurro a los versos de un entrañable amigo y
auténtico religioso y sacerdote Misionero del Espíritu Santo: Carlos Zesati
Estrada. Me han dicho que no todo lo que brilla es oro. Estoy super convencido
de eso. Para mí ha brillado con especial luz, como la de las montañas, como la
de los miles de libros que consiguió, conservó y ofreció al servicio del Pueblo
de Dios. Él tituló este escrito como Salmo Pascual:
Prisma de colores el año
litúrgico * iris de fiestas, fiesta de luces.
Verde lejanía de Adviento*
blancura navideña de escarcha y pañales.
Negrura de Viernes Santo * y
lenguas llameantes de Pentecostés.
La esperanza cuajó en verde * el
dolor se embozó en luto.
El amor se hizo llama * la
alegría vistió de blanco.
Blanca y roja es la Pascua
* roja de sangre y blanca de claror.
La tumba se bebe la luz del alba
* la luz del alba se convierte en Sol.
Cristo emerge del sepulcro * en
su carne glorificada lleva prendida la aurora.
Albor matinal su cuerpo * y
arrebol sus cinco llagas.
Llora Magdalena sus gotas de
acíbar * en la tierra se teje un rosario de concha.
Por el cielo vuelan los ángeles
* vuelan y cuentan la buena nueva.
En la espadaña voltean los
bronces * y echan al aire, como los ángeles pregoneros, su vocerío.
Mañanita de Pascua * mañanita
blanca. Mañanita roja y de resurrección.
Esta explosión de colores me ayuda a vivir el
mensaje de Jesús, siempre en el centro. En el evangelio encontramos la firmeza
de Jesús para afrontar el conflicto; no el conflicto que viene de fuera, sino
el que se gestó en el interior de los que él mismo había llamado. No les
reprochó nada, no se hizo para atrás: “El Hijo del Hombre va a morir, como está
escrito de él”. Y, con la fuerza del amor, el anhelo de la salvación, la fuerza
de su fidelidad al plan de Dios, Jesús sigue siendo fiel a sí mismo. Algunos
escritores lo tacharían de fanático, ultraconservador, mártir inútil de un
mensaje que va a contrapelo de los criterios de este mundo. No hay que
exagerar, seguirían diciendo los pregoneros de una paz superficial, hay que
dialogar, es necesario buscar acuerdos.
Jesús seguirá amorosa y misericordiosamente
adelante en el cumplimiento del proyecto del Padre.
JUEVES SANTO - 2014
Habría que recurrir al primer día de la creación;
sí, a aquel en el que Dios creador dijo: “Haya luz y hubo luz”, para poder
adentrarnos un poco en todo lo que sucedió este día. ¡Qué día! Y ¡qué noche! Ha
llegado la hora, se adentra Jesús en la recta final, en el por qué de su
venida. Se ha encariñado de este mundo que el Padre lo hizo posible en él, por
él y para él. Ha llegado el momento de la entrega total, lo nunca imaginado por
increíble.
Y todo transcurre en la sencillez más absoluta,
fuera de cámaras, discursos exuberantes, grandilocuentes y cargados de promesas
escuchadas, las mismas siempre. Aquí no hay promesas, hay realidades, hay
propuestas definitivas, inapelables, exuberantes y envueltas en ternura y
cariño, entrega apasionada y disponibilidad absoluta. No es la noche de las
comprensiones, ni de las lecciones aprendidas, ni mucho menos de destinos
fatales; la noche de una nueva creación.
Es la noche de la intimidad y el servicio, de la
humildad y la entrega, de la presencia nueva y definitiva que atravesará las
paredes de la casa y llegará a los linderos del universo: Eucaristía, el
servicio de la caridad o la caridad como servicio y el sacerdocio.
Y recurro al primer día de la creación porque
aquí se da una nueva creación. Para nosotros las palabras van a remolque de las
cosas, primero son las cosas y luego las decimos. Yo veo un libro y digo que es
un libro, al decirlo no lo creo (de crear no de creer); en Dios primero son las
palabras y luego son las cosas, precisamente porque él dijo: “Haya luz” y lo
que no había, porque él lo dijo, “ya hay”.
Lo mismo sucede en este jueves santo por las
palabras de Jesús: “Tomen y coman esto es mi cuerpo” y lo que no era, porque él
lo dice, ya lo es y lo seguirá siendo porque también dijo: “Hagan esto siempre
en memoria mía”. Leamos bien: Jesús no
sugiere, no aconseja, no opina… Simplemente manda y propone: “Tomen y coman,
esto es mi Cuerpo”. ¡Qué de dificultades nos hemos puesto para cumplir y vivir
estas palabras creadoras de Jesús.
Pero hay otras: “Ustedes me llaman Maestro y
Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor,
les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes
lo hagan”.
El decir y hacer eficaz de Jesús hace que este
día, Jueves Santo, sea un nuevo día de creación. Si me permites, te comparto mi oración:
“Señor, me siento invadido de tu presencia. Todo
lo que me rodea es tu abrazo que me envuelve. Tu creación, Señor, es mi
creación. Te ofrezco mi cuerpo que es tu cuerpo y mi sangre que es tu sangre
para que, a fuerza de ser tuyo lo más mío, sea mío, Jesús, lo más tuyo. Todo
este universo que has creado con sabiduría y amor me grita tu presencia. Todo
lo que me rodea te manifiesta y te esconde. Tengo pan, vino, altar: ¡Tú, Señor!
Y me paro frente al cielo estrellado para gritarle que todo es mío porque es
tuyo; que esa es mi ofrenda. Todo el mundo, Señor, se pone de pie para
proclamar tu alabanza y yo, Señor, me sumerjo en mi nada y pobreza, hundo mis
raíces de pecador en la tierra firme de tu misericordia para que todo,
absolutamente todo, te glorifique. Te ofrezco todo, Señor, yo que soy nada y
vacío. Te acepto todo, mi Dios, porque soy nada y vacío. Te amo”. Amén.
VIERNES SANTO - 2014
“Pange Lingua” es un himno eucarístico escrito
por santo Tomás de Aquino (1225-1274)
para la festividad de Corpus
Christi. También se canta el Jueves Santo,
durante la procesión desde el altar hasta el monumento donde la reserva queda
custodiada hasta el Viernes Santo. Este
himno expresa de manera concreta la doctrina de la Transubstanciación,
creemos que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
El Viernes Santo es el
único día de todo el año en que no se celebra la Eucaristía, celebramos la
pasión, muerte y sepultura de Jesús. Pero, gracias a este día, podemos tener
eucaristía todos los días del año. Propongo, en este espacio, que quiere provocar
una experiencia nueva de Jesús, orar y admirar la precisión mística, teológica,
litúrgica y poética de Santo Tomás.
Pange, lingua, gloriosi
Córporis mystérium
Sanguinísque pretiósi,
Quem in mundi prétium
Fructus ventris generósi
Rex effúdit géntium.
Nobis datus, nobis natus
Ex intácta Vírgine,
Et in mundo conversátus,
Sparso verbi sémine,
Sui moras incolátus
Miro clausit órdine.
In
supremæ nocte coenæ
Recumbens
cum frátribus,
Observata
lege plene
Cibis
in legálibus,
Cibum turbæ duodenæ
Se dat súis mánibus.
Verbum caro, panem verum
Verbo carnem éfficit,
Fitque Sanguis Christi merum,
Et, si sensus déficit,
Ad firmandum cor sincerum
Sola fides súfficit.
Tantum ergo Sacraméntum,
Venerémur cérnui:
Et antíquum documentum
Novo cedat rítui;
Præstet
fides suppleméntum
Sénsuum
deféctui.
Genitori Genitóque,
Laus et iubilátio;
Salus, honor, virtus quoque,
Sit et benedíctio;
Procedénti ab utróque
Compar sit laudátio.
Amen.
|
Canta, oh lengua,
el misterio del Cuerpo glorioso
y de la Sangre preciosa
que el Rey de las naciones
Fruto de un vientre generoso
derramó en rescate del mundo.
Nos fue dado,
nos nació de una Virgen sin mancha;
y después de pasar su vida en el
mundo,
una vez propagada la semilla de su
palabra,
Terminó el tiempo de su destierro
Dando una admirable disposición.
En la noche de la Última Cena,
Sentado a la mesa con sus hermanos,
Después de observar plenamente
la ley sobre la comida legal,
se da con sus propias manos
Como alimento para los doce.
El Verbo encarnado, pan verdadero,
lo convierte con su palabra en su
carne,
y el vino puro se convierte en la
sangre de Cristo.
Y aunque fallan los sentidos,
Solo la fe es suficiente
para fortalecer el corazón en la
verdad.
Veneremos,
pues,
postrados tan grande Sacramento;
y la antigua imagen ceda el lugar
al nuevo rito;
la fe reemplace
la incapacidad de los sentidos.
Al Padre y al Hijo
sean dadas alabanza y gloria,
fortaleza, honor,
poder y bendición;
una gloria igual sea dada a
aquel que de uno y de otro procede.
Amén.
|
SÁBADO SANTO – 2014
Me apresuro a decir que ya no hay “sábado de
gloria”. Es sencillamente “sábado santo”. ¿Por qué? La explicación es muy
sencilla. Durante mucho tiempo en la normativa de la Iglesia se pedía el ayuno
eucarístico. Las celebraciones de la semana santa eran siempre por la mañana
para poder guardar el ayuno, signo del desear a Jesús. Así, la Vigilia Pascual se celebraba el sábado en
la mañana y lógicamente se vivía un sábado de gloria.
Cuando la reforma litúrgica cambia la normativa de
celebrar según las horas narradas en el evangelio, la vigilia pascual cambia de
hora hasta la caída del sol. Entonces el sábado santo es un día de silencio, de
ausencia del Esposo, de profundo estupor al contemplar a Jesús muerto en la
Cruz y sepultado en el silencio más honroso y profundo.
Se vive en el silencio de la adoración y la
esperanza, se recuerdan sus palabras, se congrega la Iglesia en torno a María,
Madre de Jesús para vivir con ella el dolor de la ausencia de su Hijo. ¡Grande
y santo sábado éste que nos permite agolpar en el corazón todos los
sentimientos de gratitud, todos los anhelos de volver a verlo, de escuchar de
nuevo sus palabras de vida eterna. Su presencia empieza a multiplicarse. Es
glorificado a la derecha del Padre, baja a las profundidades de la historia y
de la existencia de cada ser creado, empieza a preparar nuestros lugares porque
donde está él quiere que estemos nosotros. Entra de nuevo en el instante eterno
de su origen: “Salí del Padre y vine al mundo, ahora dejo el mundo y vuelvo al
Padre”. Ya el cielo está completo definitivamente. Ya se comprende que es
realidad aquello de que “por él y para él fueron hechas todas las cosas y todo
tiene su consistencia en él”.
Con la muerte de Jesús se termina su historia en el
tiempo y el espacio para dar lugar a ser el Centro de toda la creación. Allá
él, en el cielo, nosotros llenamos nuestros corazones de esperanza, sabemos que
siempre cumple lo que promete, creemos que “era necesario que el Hijo del
hombre padeciera y fuera entregado a la muerte para así entrar en su gloria”.
Todo eso lo percibimos, lo aceptamos porque él lo dijo, aunque a medida que más
nos adentramos en su palabra menos entendemos: no nos cabe en el pequeño hueco
de nuestro cerebro el inmenso mar de vida que se ganó a pulso de pasión, muerte
y resurrección.
Sábado muy santo si lo llenamos de esperanza, si
recurrimos a su palabra, si evocamos momentos de encuentro con él y somos
capaces de trasmitir lo que hemos visto y oído. Sábado muy santo, todavía de
gloria no, si nos preparamos para la explosión gozosa de los aleluyas, glorias
y vivas del Domingo de Pascua de Resurrección.
María Santísima aguarda, silenciosamente se adentra
en sus palabras: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque ha mirado la
humildad de su esclava”. Y sigue guardando y meditando las palabras de su Hijo.
Vuelve a engendrarlo en una fe crecida en su ausencia, vuelve a retomar el “si”
que desató tanto bien a la humanidad.
“Murió Jesús y fe el descanso. Y con el descanso la
ausencia y con la ausencia, el silencio y la pena. Pero también la esperanza y
la espera. Duerme, Jesús, tu sueño merecido, nosotros vigilamos a la espera; ya
todo está cumplido y redimido y será para siempre primavera” (Cáritas, 2014).
Desde allá Jesús nos contempla, fue a ensanchar más
y más el corazón. Lo deja traspasado para que podamos pasar por él y para que
siga saliendo amor y más amor: ¡Hoy, Sábado Santo!
VIGILIA PASCUAL – 2014
¡Qué buen camino ésta cuaresma y ésta Semana Santa!
¡Hemos llegado, por fin! ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! ¡Ha resucitado, está vivo y
es el Señor! ¡Cristo ha resucitado! Hoy, todo tiene sentido.
¡Cristo vive y en su resurrección, todos hemos
pasado de la muerte a la vida! ¡Alegría hermanos: hoy gritamos
llenos de gozo que Cristo vive, que
ahora todo es posible. Es posible luchar por la unidad de la familia, por la
justicia y la solidaridad, por la paz y la verdad. Por su Cruz hemos sido
atraídos y por su resurrección hemos pasado de la muerte a la vida. Gritamos:
¡Jesús, Salvador de los hombres, sálvalos!
Hoy es la noche santa de la
resurrección, es la noche más clara que el día, la noche más fuerte que la
muerte, la noche más llena de amor y de vida. Es la noche en que todos,
habiendo muerto con Cristo, resucitamos con Cristo. Hoy es la noche de la
liberación, es el paso del Señor. Es la noche que nos sumerge en las aguas del
bautismo para liberarnos del pecado, del egoísmo, de la indiferencia, de la
rutina, del abandono y del cansancio. Es la noche en la que vuelven todos los
que se han ido a la Iglesia para gritar juntos: ¡Jesús es el viviente que hace
vivir!
Hoy es la noche que hizo posible
aquel clamor de intercesión que nos dio vida en la Iglesia, aquel grito
apasionado que tocó las fibras más delicadas del corazón de Jesús, del corazón
abierto con ansias de salvación; es la noche el grito que derramó sangre de
intercesión en una mujer apasionada por la salvación de los hombres.
Nos alegramos porque “él lo ha
hecho todo”. Cantamos himnos de alabanza porque “él y sólo él” nos marca el
rumbo de la fidelidad. Por la resurrección de Jesucristo “vivimos en el amor y
del amor”. Porque la mirada de Jesús resucitado es de amor infinito. Es la
noche en la que la mirada de Jesús resucitado es de amor infinito; si, es la
noche de su mirada incomparable, vive por siempre, para interceder por nosotros
y pedir más favores, más gracias, más amor, más unión, más paz.
Es la noche en la que las
familias abren su corazón a la vida nueva y plena; abren su vida al evangelio;
abren las puertas de su corazón a un compromiso nuevo surgido y renovado, en la
apasionada entrega de Jesús resucitado. Bendita esta noche santa, en que nos
sentimos amasados de Jesús, transformados en él, acariciados por las manos de
María, que nos va configurando con su Hijo, que nos va participando de sus sentimientos,
que nos va abriendo caminos y espacios de vida nueva, para ser familias nuevas.
Bendita noche de la Pascua, en la
que ya no hay lugar para el recelo y el desaliento, para la duda y el rencor,
para la indiferencia y el miedo. Bendita noche que toma lo mejor de nuestra
historia y le da proyección de eternidad; bendita noche en la que todas
nuestras “razones” para no estar aquí, caen por tierra y quedan solas en el
sepulcro vacío de Jesús. Esta es la vida que el Señor Jesús Resucitado nos
invita a asumir. Por esta noche santa de la Resurrección, es posible la vida
nueva de la vocación.
Bendita noche en la que los
hermanos seremos más hermanos, las familias más integradas, las comunidades más
unidas, los proyectos mejor realizados por todos, el servicio será nuestra
consigna y la paz nuestro mensaje. Esta es la noche en la que todos somos
enviados a evangelizar, es la noche más clara que el día, es la noche de la
resurrección de Jesús y nuestro propia resurrección. Aleluya, amén, aleluya.
DOMINGO DE PASCUA – 2014
Quiero aventurar una opinión.
Creo firmemente en la resurrección de Jesús. Creo que la resurrección de Jesús
es el fundamento de nuestra fe. Creo que la resurrección es el número uno, el
punto de partida de nuestra creación, redención, salvación.
Pero creo que Jesús no resucitó
hoy. Afirmo que su resurrección no es histórica. Si lo fuera, Jesús nos quedaría muy lejos para poder ser sus
testigos. Jesús resucitó más allá de la historia, es lo que llaman algunos una
“realidad meta histórica”. Sí creo que este domingo es el día en que Cristo se
manifestó resucitado. Nadie vio a Cristo resucitar, muchos lo vieron
resucitado. Nosotros podemos experimentarlo así y, por lo mismo, ser sus
testigos.
Cuando Jesús dice: “Al tercer día
resucitaré”, significa que habrá que pasar por la muerte, que la expresión
“tercer día” es seguridad y constatación física de haber muerto. No hay duda
alguna, en realidad murió. Y al morir, resucita. La muerte acaba con el tiempo
y el espacio, la muerte es el punto final de la historia de cada uno, no el
punto final de su realidad definitiva, pero para que ésta se dé, hay que morir:
sólo resucita lo que muere. Si un alma no muere no resucita, es la escueta
verdad. ¿y la resurrección del último día? Es fácil decirlo: cada uno tiene su
último día; pero toda la creación terminará de resucitar el último día cuando
resucite el último hombre, del último día de la historia.
Sea como sea vivimos gracias a la
resurrección de Jesús. Una vez más quiero poner aquí un soneto famoso de José
Luis Martín Descalzo:
Y entonces vio la luz. La luz
que entraba
por todas las ventanas de su
vida.
Vio que el dolor precipitó la
huida
y entendió que la muerte ya no
estaba.
Morir solo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer
preguntas
ver al Amor sin enigmas ni
espejos
descansar de vivir en la ternura
tener la paz, la luz, la casa
juntas
y hallar, dejando los dolores
lejos,
la noche, luz tras tanta noche
oscura.
¿Quién dice esto? Jesús hoy nos lo dice: hay que
morir, pero morir se acaba, morir es la condición para resucitar y resucitar es
la primera realidad que hace posible todas las demás. Pero es de tal categoría
la resurrección de Jesús que ya hemos resucitado con él. La presencia de Cristo
en esta materia mía consagra y prolonga todo el universo. Dios crea, recrea y
prolonga hasta la eternidad todo el universo porque ha resucitado. Besar tu
carne viva y resucitada es prolongar y consagrar toda la vida. La resurrección
de cada día toma todo el cosmos para divinizarlo; o sea, es materia creada por
Dios que se da en la plenitud de la resurrección.
TERMINO
Ahora que estamos solos, Cristo,
te diré la verdad: Señor, no
creo.
l Como puedo creerme lo que veo
si la fe es creer lo que no he
visto?
Si oigo tu voz en mi ¿cómo resisto?
¿Cómo
puedo buscar, si te
poseo,
si te mastico, si te saboreo?
Esta es mi fe: Comulgo, luego
existo.
No tendré que saltar sobre el
vacío
para llegar al borde de tus
manos
o poner en tu pecho mi cabeza.
Mas dentro estás de mí que lo
más mío.
Conozco más tu voz que a mis
hermanos.
Que es más cierta tu fe que la
certeza.
José Luis Martín Descalzo
P. Sergio García Guerrero, MSpS
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miércoles, 9 de abril de 2014
5 domingo de cuaresma – 2014
5 domingo de cuaresma – 2014
Estamos ante uno de los evangelios más
polémicos por su composición literaria, por el desarrollo del relato, por sus
consecuencias, por el mensaje fuerte y definitivo de Jesús: el triunfo de la
vida sobre la muerte, aunque todos vayamos a morir.
“Ante el
retraso de la parusía y la segunda venida de Jesús, la pregunta que muchos
creyentes se hacían era ésta: ¿Qué sucederá a los que mueren antes de tales
acontecimientos? Juan responde que para el que es amigo de Jesús, la muerte no
presenta problema alguno. La historia de Lázaro es prueba de ello. La
enfermedad de Lázaro, como la ceguera del ciego, mira al futuro; es para
revelar la gloria de Dios.
Jesús
retrasa su ida dos días para demostrar que es fuente de vida; los judíos
pensaban que al cuarto día de la muerte de una persona no había esperanza de resurrección.
Para el cristiano, la muerte física es como un sueño del cual Jesús lo va a
despertar un día. Tomás anima a los demás discípulos para que estén dispuestos
a morir y a resucitar con Jesús.
Marta y
María, al encontrarse con el Maestro, dicen: “Si hubieras estado aquí”. Jesús
se pone al nivel de cada hermana y las acompaña en sus sentimientos. Marta hace
una profesión de fe en Jesús que en los sinópticos está reservada a Pedro.
Jesús llora y se estremece, sintiendo una agonía ante la muerte del amigo y el
dolor de los suyos. Marta expresa sus dudas hasta el último momento, pero Jesús
le anuncia que la fe tiene como premio el ver la gloria de Dios, el
experimentar personalmente cómo Dios ayuda y salva.
Jesús ora
públicamente para dar ejemplo a sus seguidores,
Lázaro resucita, los judíos responden con planes de muerte para el que
da vida. Caifás, el sumo sacerdote de aquel año tan importante, profetiza que
la muerte de Jesús será la salvación del pueblo judío y de todos los hijos de
Dios”.
Así
comenta Alonso Shökel este pasaje del evangelio. Como pueden suponer, mis
queridos lectores, hay momentos en que se secan las ideas, el corazón se pone
apachurrado, las letras se despistan y habrá que recurrir humildemente a los
buenos comentaristas. Desde luego hay que hacerlo siempre pero, creo que más ahora
en el que está a la vista, la revelación cumbre de la misión de Jesús: la vida
nueva y plena en y por la resurrección.
Leer y
releer, admirar y orar, dejar que las palabras salten a los ojos y vayan al
corazón. Emprender el camino entrecruzado de la contemplación y la solidaridad:
poner gozo donde hay tristeza, aliento donde parece todo perdido, disponer los
ánimos y los propósitos para entrar de lleno en la semana santa. El rojo de la
pasión se presiente, el negro de la cruz se teme, el blanco de la resurrección
se adelanta.
San Pablo
nos anima: “Si el Espíritu del Padre que resucitó a Jesús habita en ustedes,
entonces también dará vida a sus cuerpos mortales”. De hecho Lázaro fue
resucitado en un sentido real y simbólico; al resucitarlo Jesús no lo glorifica
sino que le “regresa” a la condición mortal de antes. En Jesús será distinto:
su resurrección es su plena glorificación, su resurrección hará posible todas
las pequeñas y grandes resurrecciones de nuestra vida. Y, desde luego, la
definitiva; o sea, que como Jesús, moriremos pero sólo para resucitar. No
olvidemos que sólo resucita lo que muere pero en una plenitud tal que no
podemos imaginar. Ni falta que hace. Lo creemos de y en Jesús.
P. Sergio García Guerrero, MSpS.
Llukallpa
jueves, 3 de abril de 2014
martes, 1 de abril de 2014
4 domingo de cuaresma – 2014
4 domingo de cuaresma – 2014
“Jesús vio pasar a un ciego de
nacimiento”. Hoy se da un encuentro muy especial: Uno que ve demasiado con otro
que no ve nada porque es ciego de nacimiento. Llegamos a este domingo cuarto de
cuaresma siguiendo a Jesús de las tentaciones del desierto al monte de la
transfiguración, de éste al pozo de Jacob con la Samaritana y ahora a las inmediaciones del Templo con un
hombre que no puede ver.
Hay hombres que no pueden ver, hay
otros que no quieren ver, hay muchísimos que creen ver, hay todavía muchos que
no dejan ver. ¿A qué grupo pertenecemos? Acostumbramos a buscar responsables:
¿Quién pecó éste o sus padres para que haya nacido así? Es la pregunta lógica
de quienes creen que la enfermedad es consecuencia del pecado.
Pablo escribe a los efesios: “En otro
tiempo ustedes eran tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz. Vivan, por
tanto, como hijos de la luz”. El salmo 27 canta: “El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién
temeré...? Mis enemigos y adversarios tropiezan y caen... Si mi padre y mi
madre me abandonan, el Señor me acogerá” (Sal 27,1s.10).
Juan nos da una catequesis bautismal comunitaria. El milagro es una
iluminación y una nueva creación; comienza con el barro y el lavatorio ordenado
por Jesús. La ceguera no era un castigo por pecado alguno; va a servir de
ocasión para revelar la obra y la gloria de Dios. Jesús respalda sus palabras
con sus acciones: es luz y vida que ilumina y resucita.
El ciego se lava según el mandato de Jesús y queda transformado, los
vecinos que lo conocían bien tienen dificultad en reconocerlo. Cuando el ciego
habla, lo hace como Jesús, diciendo “soy yo”. Al lavarse, había quedado
transformado en Jesús, y ya no vive o habla él, sino que Jesús vive y habla por
él.
Va descubriendo quién es Jesús a lo largo del diálogo: “Ese hombre que
se llama Jesús” viene de parte de Dios, aunque los fariseos lo nieguen. El
ciego lo confiesa como profeta; luego, al reconocerlo como Mesías, es expulsado
de la sinagoga. El ciego se aferra a su experiencia: “antes era ciego y ahora
veo”.
¿Cuándo y cómo empezamos a ver nosotros? ¿Cómo se dio ese encuentro
luminoso con Jesús? ¿Qué nos queda de él? ¿Qué éramos antes y qué somos ahora?
Recuerden: Cuando Dios se hace presente se suscitan preguntas, no respuestas.
Es la dinámica de la fe y el amor, de la conversión y de la vida nueva.
Habrá que favorecer un encuentro urgente
y permanente con Jesús. Juan pone en movimiento en torno al ciego de nacimiento
a los apóstoles, a fariseos, a vecinos y a los papás del ciego en un
interesante ir y venir para terminar con toda ceguera: “Yo Soy el que estás
viendo”. Juan nos presenta a Jesús como luz del mundo en evangelio
perfectamente estructurado en siete pequeñas escenas y grupos para terminar con
el encuentro definitivo de la fe.
Jesús está atento a nuestro caminar. Si
vamos ciegos, nos da la luz; si nos ve débiles, nos abre las puertas de su Espíritu;
si vamos sedientos, se nos presenta como el agua que se convierte para nosotros
en un manantial de agua viva; si caemos, nos levanta; si morimos, nos resucita.
“Ver para creer”, decimos con frecuencia y está bien; ahora añadimos “creer
para ver” de verdad.
P. Sergio García Guerrero, MSpS.
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